La poca calidad política de esta campaña electoral es patética. Para un país que pretende entrar al círculo de los desarrollados de la OCDE, hay poco avance cívico y casi nada de madurez democrática. No solo el carnaval de 18 candidaturas presidenciales y más de 2 mil congresales. La argumentación es escasa y hay poco o nada de ideas y propuestas para llegar al pacto social que legitime al gobernante que salga de las urnas. La debilidad conceptual llega al delito con personajes que roban ideas y las usan públicamente sin temores ni escrúpulos. Lo de César Acuña es dramático, pero también jocoso por el extremo, bien o mal asesorado por un supermarketero que solo vende el producto aunque sea tan imposible como una kola salada. El plagio de la tesis no resiste razones, pero el del libro de Otoniel Alvarado no tiene límites; la coautoría de un libro ya publicado por otro autor está dentro del absurdo. ¿Su raza distinta lo pone por encima de la inteligencia colectiva o por debajo? Sus “hazañas” de copista irredento comprometen a personajes de soporte como simples subalternos con dignidad comprada por el dinero del que tanto presume Acuña. Otro caso extremo es Julio Guzmán, para algunos el outsider que avanzará a la segunda vuelta. Tendrá que pasar la valla del pleno del JNE, que en puridad de derecho debería ratificar la primera instancia porque la ley es la ley y está para cumplirse. Y la calle es la calle para manifestarse. No deberían mezclarse para exigir privilegios ni amenazar. La sorpresa, entre otras que también vienen, es que su red morada y su campaña electoral están pirateando ideas, frases y estrategias del español Podemos, nacido de la indignación española del 15M y de la búsqueda de una opción rupturista del bipartidismo desde la izquierda. De esta ideología no tiene nada Guzmán, aunque no vacila en calcar a Pablo Iglesias, líder del que está muy lejos en talla, ideas, programa, capacidad y brillo. Simplemente nos creen tontos.

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