​El renacido: Supervivencia y venganza
​El renacido: Supervivencia y venganza

El realizador mexicano Alejandro González Iñárritu vuelve otra vez al primer plano de atención con “El renacido” (The revenant), tras la premiada “Birdman” (2014), ganadora el año pasado de cuatro premios Oscar (de los cuales él recibio tres: como director, coproductor y coguionista).

Seleccionada en 12 categorías para el máximo premio de la industria hollywoodense (que se entregará el domingo 28 de febrero en Los Ángeles), esta nueva y muy ambiciosa producción de González Iñárritu combina cine de aventuras y western, y su historia -de inspiración real- plantea con mucha fuerza los temas de la supervivencia y la venganza.

Es importante señalar que existe una versión previa, titulada “Furia salvaje” (Man in the wilderness) y rodada en 1971 por Richard C. Sarafian, con Richard Harris en el papel protagónico. Sin embargo, debe quedar en claro que el filme de González Iñárritu no es precisamente un 'remake' del interesante trabajo de Sarafian, rodado también en escenarios naturales.

La acción se ubica en el año 1823, en las profundidades de la Norteamérica salvaje. El explorador Hugh Glass (excelentemente interpretado por Leonardo DiCaprio, favorito para alzarse con el Oscar) se ha unido junto con su hijo mestizo Hawk (Forrest Goodluck) a una expedición de tramperos, liderada por el capitán Andrew Henry (Domhnall Gleeson), dedicada cazar animales -sobre todo castores- para recolectar sus pieles y venderlas.

La amenazante presencia de indios de distintas tribus, la mayoría agresivos, hará del viaje una experiencia peligrosa. Sin embargo, las cosas se complicarán al ser Glass atacado por una enorme osa que lo dejará muy malherido. El capitán Henry designará entonces a dos miembros del grupo para que lo cuiden hasta su muerte, mientras el resto vuelve a la civilización.

El inescrupuloso John Fitzgerald (bien incorporado por el británico Tom Hardy) y el joven Bridger (Will Poulter) serán los encargados de ver por el aparente moribundo, quedándose junto con ellos el vástago del explorador, temeroso de que algo malo pueda pasarle a su progenitor. Lo cierto es que una seguidilla de hechos determinarán que Glass sea abandonado a su suerte y deba, con una tremenda voluntad, enfrentarse a un territorio hostil, un invierno inclemente y el constante conflicto entre los propios nativos norteamericanos para poder sobrevivir.

LOS ESCENARIOS: UNA PRESENCIA VITAL. Hay un fuerza telúrica indiscutible e impresionante en la épica narración de González Iñárritu, gracias a la magnífica fotografía de su compatriota Emmanuel Lubezki (con iluminación natural y lentes angulares) que logra que la diversidad de los amplios escenarios -bosques con grandes árboles, montañas nevadas y ríos, principalmente en Alberta, Canadá- constituyan una presencia vital e incuestionable en el transcurrir de la aventura.

Otro elemento significativo es la notable caracterización de DiCaprio, cuyo enorme esfuerzo físico se nota en cada escena, en cada plano. Tal vez el momento más llamativo sea el ataque de la osa, una creación digital concebida de manera muy realista y en la que el personaje sufre una serie golpes, mordeduras y arañazos, mostrados en planos completos y sin cortes. Muy diferente al similar ataque sufrido por Richard Harris en la mencionada “Furia salvaje”, donde predominan los planos cortos y el sutil trabajo de montaje al utilizar un animal real.

La mitología del oeste más primitivo está marcada, por ejemplo, en las formidables escenas en que los tramperos son atacados por los indios Arikaras, a través de largos planos secuencia o movimientos panorámicos. Asimismo, en la incansable búsqueda que hace un jefe nativo de su hija secuestrada por 'hombres blancos', lo cual tendrá una notable culminación, muy apegada al western clásico, en el encuentro final de los indios con Glass al borde de un río.

El vigor del paisaje y de las violentas imágenes que ilustran el increíble vía crucis de Glass, en búsqueda de la redención a través de una venganza personal, hacen de la película una experiencia sobrecogedora. Por ahí puede percibirse una cierta influencia de la peculiar estética de Terrence Malick o del ruso Andrei Tarkovski. Sin embargo, varios de los momentos más logrados -el escape de Glass del alcance de los indios que termina en una abismal caída y su posterior refugio de la nevada en las entrañas del caballo, o la persecución que hace el renacido explorador del fugitivo Fitzgerald en una agreste geografía- parecen sacadas de westerns de corte clásico.

Lo único que cabe reprocharle al cineasta es el abuso de flashbacks que corresponden al pasado de Glass (su relación con los indios Pawnee, la pérdida de su mujer nativa), incluso aquellos recuerdos que dan cuenta de su desordenada memoria, que interrumpen el ritmo de la narración y no aportan nada sustancial. Fuera de esto, es justo decir que González Iñárritu ha conseguido su película más redonda.

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