"Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía: el violador eres tú". Esta es la letra del himno que viene recorriendo el mundo y es, a su vez, el grito desesperado de miles o millones de mujeres que son abusadas, acosadas, violadas o asesinadas por hombres que siguen creyendo que son los dueños del mundo.

Pero ¿por qué una gruesa cantidad de hombres y mujeres se sienten aludidos? ¿Acaso albergan un violador en su interior? ¿Qué les molesta? ¿Quieren que las mujeres sigan calladitas "porque así son más bonitas"? Es probable, y no solo hablo del acto mismo de la violación o la violencia contra la mujer, sino de la indiferencia frente a estos delitos, de justificarlos porque "tal vez la mujer se vistió de manera provocativa" o acusarlas de "feminazis" tan solo por el hecho de hacer sentir su voz de protesta.

El Estado también es un violador, cuando tenemos ya 152 casos de feminicidio, una cifra escalofriante que alcanza niveles máximos y alarmantes con respecto a años anteriores, y lo es por su indiferencia; lo es también la Policía, que reprime a mujeres que gritan por su libertad, o la Iglesia, que considera un peligro que las mujeres protesten.

Ojalá que esta canción, que se escuchó por primera vez el pasado 25 de noviembre en Chile durante una protesta contra la violencia hacia la mujer, sea la chispa que encienda la pradera y sostenga esta larga lucha por acabar con el patriarcado en el mundo.