​Elle: Entre el deseo y la venganza
​Elle: Entre el deseo y la venganza

Aclamada en Cannes por todo lo alto, “Elle” es la primera película de producción francesa realizada por el veterano realizador holandés Paul Verhoeven, que ha entrado a la cartelera local muy discretamente -en una sola sala- a pesar de tratarse de una notable película. La verdad es que casi no la estrenan. Cuenta, además, con una soberbia interpretación de Isabelle Huppert que le ha valido una nominación al Globo de Oro y es posible que la estrella gala entre también en la competencia del Oscar.

Paul Verhoeven, luego de desarrollar una sólida carrera en su tierra natal, tuvo un exitoso paso por Hollywood con “Robocop” (1987), “El vengador del futuro” (1990) y “Bajos instintos” (1992). Después el rotundo fracaso de la injustamente vilipendiada “Showgirls” (1995) y la poca fortuna en taquilla de las interesantes “Invasión” (1997) y “El hombre sin sombra” (2000) prácticamente lo obligaron a alejarse de la industria cinematográfica estadounidense.

Más de una vez Verhoeven declaró sobre la imposibilidad de controlar los pormenores de una película bajo el yugo hollywoodense, al que siempre le importa más el dinero que la creación artística. Siendo complicado volver a ese sistema de trabajo, retornó a Holanda para realizar una ambiciosa y lograda producción de corte bélico titulada “El libro negro” ((2006), que fue un nuevo éxito para él. Sin embargo, permaneció alejado del cine por una década, en la que solamente dirigió para la televisión de su país la curiosa comedia dramática “Steekspel” (2012).

Ahora, a los 78 años, Verhoeven vuelve en plena forma con una asombrosa mezcla de thriller y comedia de humor negro, basada en una novela del autor francés Philippe Djian muy bien adaptada por David Birke. Relato sobre una empresaria violada por un sujeto enmascarado en su propia casa y el perverso juego que sigue y conduce acaso a la perfecta venganza.

RELACIONES PELIGROSAS. “Elle”, empero, no trata solo de una venganza o revancha personal. Lo que más le interesa al cineasta -y ahí está el meollo del asunto- es la manera en que se plantean las relaciones entre los protagonistas de tan provocadora aventura. Michele Leblanc (Huppert) es la madura propietaria de una próspera empresa de juegos de video y el hecho de ser ultrajada en su domicilio le abre las puertas a un universo desconocido para ella.

Los encuentros sexuales que mantiene con el marido (Christian Berkel) de su mejor amiga (Anne Consigny) van quedando de lado ante la posibilidad de encontrar a su asaltante, de conocer su identidad e iniciar un peligroso juego de seducción. Lejos de hacer la denuncia del ultraje ante la policía, Michele prefiere esperar, tomar las cosas con calma, empezar a atar cabos, incluso aguardar un nuevo ataque del 'violador enmascarado'. Se moverá así entre el deseo y la venganza.

En esta peculiar visión de Verhoeven sobre las relaciones de pareja asoma un humor bastante ácido, pero también un halo de perversidad, incluso en las propias relaciones familiares de la protagonista, hija de un asesino en serie que 40 años atrás liquidó brutalmente a varias personas y cumple cadena perpetua, y de una anciana que se niega a envejecer y vive muy libremente su sexualidad en brazos de un joven amante.

Además, Michele es progenitora de un muchacho débil de carácter, incapaz de ver más allá de sus narices y cuya presencia será crucial en el violento desenlace, bañado de una extraña ambigüedad. ¿Confluyen los hechos de manera casual o estamos finalmente ante la consumación de una venganza hábilmente orquestada? Verhoeven se muestra tremendamente provocador y políticamente incorrecto. Su relato seguramente incomodará a más de un espectador. De eso se trata.

La cuidada puesta en escena revela un estilo narrativo mucho más próximo al cine norteamericano, donde Verhoeven se movía como pez en el agua, que al europeo (el plano final en el cementerio lo grafica notablemente). Asimismo, se perciben reminiscencias de “El cuarto hombre” (1983) y “Bajos instintos” (1992). Y la música, como es habitual en sus filmes, tiene una fuerte presencia. Aquí la estupenda partitura de la británica Anne Dudley constituye un aporte sustancial.

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