Con el marco de frío y nevada intensos en Washington, se acaban de reunir los presidentes Barack Obama y Enrique Peña Nieto. Pero, ¿cuál es el contexto en el que se produce esta reunión de los presidentes de Estados Unidos y México? Pues no parece ser el mejor. Veamos. Peña Nieto no tiene la popularidad con la que llegó al poder hace ya dos años en que ofreció la añorada paz social a los más de 120 millones de mexicanos cuando el país estaba siendo ganado por el asalto del crimen organizado. Todos creían que había llegado el esperado “momento mexicano” y la mirada esperanzadora estaba centrada en el denominado “Pacto por México”, impulsado por el nobel presidente. Lo cierto es que Peña Nieto no ha podido nada hasta ahora. Ya mismo, en las afueras de la Casa Blanca, mientras se producía el encuentro de tan alto nivel, los manifestantes por la desaparición de 43 estudiantes en Iguala, al sur de la capital, parecen estar decididos a perseguir al Mandatario mexicano por los lugares del mundo que vaya y levantar sus pancartas de protesta pregonando “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”, hasta que vean una luz de justicia sobre uno de los casos que ha impactado en la sociedad mexicana y en la comunidad internacional. En lo que a Obama se refiere, el partido Demócrata al que pertenece acaba de perder el control total del Congreso. En adelante, entonces, serán los Republicanos los que liderarán las decisiones sobre asuntos de Estado en la política estadounidense, sea en el ámbito interno o en la política exterior, conforme lo prescrito en la Constitución vigente desde 1776. Por tanto, las iniciativas de Obama a partir de ahora tendrán poco margen de maniobra y un marcado nivel de dependencia republicana. Así están los vecinos norteamericanos.