La cancillería colombiana convocó al embajador ruso en Bogotá y le dio 24 horas para que dos supuestos funcionarios diplomáticos que realizaban acciones de espionaje, abandonen el territorio.

El jefe de Misión moscovita no tuvo otra alternativa y los dos espías rusos tuvieron que irse hace dos semanas. La inteligencia cafetera les había seguido los pasos como debe hacer todo servicio secreto de un país. Así, pues, la reacción en el Palacio de San Carlos, se hizo luego de concluir una vinculación de los espías con el régimen de Nicolás Maduro.

Siendo Colombia aliado estratégico de EE.UU. en la subregión -Plan Colombia por delante- y vecino de Venezuela, en la zona fronteriza coexisten pugnas y tensiones entre ambos países, mirando los planes de Maduro, sean como fortaleza o como vulnerabilidad. De hecho, las preocupaciones del dictador chavista por una eventual invasión estadounidense pasa porque, según Caracas, Colombia serviría de paso para una penetración en territorio llanero.

No creo que la Casa Blanca, sea con administración republicana o demócrata, lo considere como espacio idóneo para una incursión militar en la idea de sacar a Maduro del poder; y, aunque un desembarco con sincronizada incursión aérea, sería militarmente mejor, tampoco creo que sea el plan de Washington que, contrariamente, ha buscado un objetivo disuasivo y de hecho Maduro, creyéndolo, no ha ocultado su hermetismo. Lo que sí debe preocupar es que el espionaje descubierto sea ruso.

El historial de Moscú en acciones secretas es voluminoso. De hecho, fue relevante durante la denominada Guerra Fría y para el asombro y temor mundial, sus niveles de eficacia tuvieron matices con el horror. Nadie olvida al desaparecido Comité para la Seguridad del Estado o sencillamente KGB, que sirvió a los propósitos de la desaparecida Unión Soviética, que ha pasado a la literatura sobre la inteligencia planetaria, tanto como la CIA o el FBI de los EE.UU.

El Perú debería contar con un servicio de inteligencia profesional, jerarquizado e institucionalizado, donde sus miembros hagan carrera -como los diplomáticos y los militares-, teniendo muy presente que sirven al Estado y no al gobierno de turno.