Por tercera vez y en medio de un celebrado ritual prehispánico, Juan Evo Morales Ayma ha asumido su tercer mandato al frente del Estado Plurinacional de Bolivia y lo hará hasta el 2020. Morales ha dicho varias cosas importantes en el contexto de un país en crecimiento, pero en su discurso ante el Parlamento Nacional, Evo ha prometido al país que “un día volveremos al Pacífico con soberanía”. Teniendo presente que el tema de la mediterraneidad como circunstancia geopolítica ha sido un suceso frustrante para la nación altiplánica, hallándose inscrita en la mente y en el corazón de los cerca de 11 millones de bolivianos, el Presidente no ha ocultado la añorada salida con plenitud de soberanía hacia el mar, como la tuvieron antes de la guerra que enfrentó a La Paz con Santiago al final del siglo XIX y que, luego de esta, quedaron encerrados en los Andes. Morales sabe perfectamente que los bolivianos donde quiera que se encuentren en el mundo solo hablan de dos cosas: de la soya y, por supuesto, de la salida al mar. El manifiesto deseo de Evo Morales, en las actuales circunstancias, solo puede ser posible si acaso la Corte Internacional de Justicia -donde se haya la causa boliviana desde que fuera demandado Chile en abril de 2013- llegase a emitir un fallo -en la hipótesis de que resuelta la excepción preliminar chilena y el juicio en su tramo principal continuase-, Santiago quede obligado a negociar con Bolivia la salida al mar. La otra manera sería que se produzca una inesperada disposición chilena para hacer realidad lo que La Paz denomina “la promesa incumplida” y que, ante ello, Bolivia desista de su demanda para abordar el problema en el ámbito estrictamente bilateral. Esto último realmente muy complejo, por eso Chile fue demandado.