Luego de andar cuesta abajo en las encuestas desde que llegó al poder en 2012 y de no superar ese allanamiento por buenos meses, el presidente Francois Hollande ha recuperado notable popularidad. Pero no ha sido precisamente por un acierto en la gestión del Estado. La respuesta eficaz del vigésimo cuarto presidente de la República Francesa a los horrendos atentados del grupo terrorista Al Qaeda en París, que cobró 20 muertos y enlutó a la nación francesa, es lo que explica el repunte. El propio Hollande convocó a la marcha multitudinaria del pasado domingo 10 de enero en todo París para rechazar la barbarie terrorista y llamar a todo el país a estar más unidos y fortalecidos que nunca para enfrentarlo. Hollande fue el primer socialista que llegó al Eliseo desde que Francois Mitterrand ocupara el cargo entre 1981 y 1995. Al hacerlo, por supuesto que generó enorme expectativa luego de vencer al presidente de turno, Nicolás Sarkozy, por un margen de 3 puntos y medio. La verdad es que a Hollande no le ha ido bien durante todo el tiempo que está al frente del Gobierno. Es cierto que no ha sido fácil. La situación que explica su espiral ascendente no es, pues, producto de su esfuerzo ni tampoco que lo haya buscado con denuedo. Ha sido una situación circunstancialmente penosa de la vida misma y el presidente socialista esperemos que no vaya a sacarle provecho para su gestión gubernamental misma. Sí es un asunto delicado y un gran reto para su gestión como jefe de Estado afrontar, y con mucho tino, la aparición de la islamofobia, que lamentablemente ha comenzado a tomar cuerpo contra los musulmanes en el país, y en toda Europa. Esperemos que fracase, porque Francia históricamente ha sido la ciudad del sincretismo y de la tolerancia cultural.