Gatopardo a la peruana
Gatopardo a la peruana

Como de nada sirve seguir enumerando los cambios ministeriales que debieron producirse y no fueron, es menester tratar de entender la singular lógica detrás de este nuevo gabinete que tardó menos de 24 horas en desinflarse. La jugada era inteligente: reclutar a un presidente regional eficiente y con una habilidad política superior a las de sus predecesores en el puesto. Así, César Villanueva parecía la pieza apropiada para relanzar un Gobierno que mal no lo viene haciendo -aunque tres de cada cuatro peruanos aún no esté convencido de ello-, y que requiere de una mejor conducción en el día a día en sectores clave -seguridad, salud, educación y programas sociales- que dinamice la gestión del Ejecutivo.

Juan Jiménez venía visiblemente agotado y políticamente desgastado hacía meses, pero el ingreso de Villanueva supone solo una promesa de cambio, no un paso firme en ese sentido. Que se haya renovado la confianza a casi la totalidad del equipo -como se sabe, únicamente salió la titular de Educación, además del premier-, cuando era evidente que muchos de sus integrantes no merecían seguir, equivale a un reconocimiento parcial por parte de Ollanta Humala y Nadine Heredia de que la receta que aplicaban, en cuanto a los ejecutores de la misma, hacía agua. El resultado pone en evidencia que la pareja presidencial está muy lejos de aceptar sus errores y este gabinete parchado es prueba de ello. El pecado de Jiménez no fue solo llegar a su límite sino haber sido pasto de los críticos y las encuestas, caso contrario hubiera llegado perfectamente hasta diciembre.

Ahora César Villanueva tiene por delante la difícil tarea de convencernos de que logrará avances sectoriales y una mejora en el estado de ánimo colectivo pese a que su ingreso al cargo tuvo la contundencia de un cañonazo de salvas. Hasta ahora las voces de quienes mejor lo conocen aseguran que tiene el temple necesario para imponer su sello de eficiencia y desarrollar su propia identidad política. ¡Qué triste sería verlo pronto en el papel de waripolera de la Primera Dama como tantos ministros que lo disfrutan! Dicen que no, que no es posible, y eso quiero creer, pero también me permito recordarle -por si acaso nomás-, que en estos menesteres tan importante como SER es PARECER.

De igual modo me gustaría compartir el optimismo que exudan quienes creen de buena fe que Villanueva implementará en los próximos meses los cambios que una verdadera gestión pide a gritos. Sin embargo, pienso que este era el momento para hacerlos, aprovechando la ola favorable con que llegaba al Gobierno y que le hubiera otorgado un mayor peso a su rol de operador político de primera línea y portavoz del Ejecutivo, pero temo que Ollanta y Nadine, como se dice criollamente, le ganaron el vivo.

Ojalá que ello no sea parte de ese espíritu de sobrevivir en decadencia que tan bien plasmara la novela El gatopardo y que en su variante peruana podríamos parafrasear así: "A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual". Sinceramente, espero que pronto podamos comentar los aciertos del gabinete Villanueva.