El escándalo del acceso de algunos privilegiados a la vacuna de Sinopharm ha generado gran rechazo de los peruanos. Algo es crudamente cierto. Esta situación ha hecho que el país toque fondo y parece que nada es capaz de revertirlo. Ni excusas, ni disculpas, ni discursos oficiales pueden capear el temporal.

Todo esto afecta un instrumento clave para la lucha contra el COVID-19: la esperanza. Que se imponga la lógica de “el que puede, puede, y el que no que aplauda” solo muestra nuevamente lo peor de los peruanos. Solo queda a las instituciones cumplir con el viejo dicho que “el que las hace las paga” y de esta forma dejar en claro que no hay “corona” para nadie y que las oportunidades son para todos y no solo para los que tienen más poder o mejores relaciones. Por lo tanto, Martín Vizcarra, las exministras de Salud, Pilar Mazzetti, y de Relaciones Exteriores, Elizabeth Astete, y otros exfuncionarios deberán afrontar acusaciones constitucionales y hasta penales.

Creemos que cuando las autoridades restituyan la capacidad de articular sin prerrogativas aquello que los peruanos reclaman a los gritos y hasta dolor, demostrarán que son valiosas. Esa es la tarea del Gobierno y de la clase política en estos momentos. Deben aplicarse la dosis de moral necesaria para enfrentar esta coyuntura de difícil tránsito con eficacia. Además es imprescindible reconstruir la autoridad moral, que empieza con el respeto a los ciudadanos.