Uno. Chesterton decía que llegaría el momento en que las personas tendrían que desenvainar la espada para defender que el césped es verde, es decir, para sostener las verdades más elementales. Ese momento ha llegado en el Perú. La pretensión ideológica de la izquierda es la construcción de una nueva memoria histórica. 

Y esto pasa por la destrucción de la verdadera historia y su conversión en un relato sesgado ideológicamente. Por eso, la izquierda no cederá en su pretensión polarizadora manteniendo la guerra de baja intensidad (en un escenario de minoría electoral) contra sus enemigos declarados: la Iglesia, Fuerza Popular y las Fuerzas Armadas. El resto de frentes, ante un escenario de crisis, los ha buscado infiltrar.

Dos. La guerra contra el Ejército es una guerra ideológica y política. La izquierda, en su versión revolucionaria, fue derrotada militar e ideológicamente por las Fuerzas Armadas. La derrota del proyecto revolucionario fue un duro golpe no solo para la izquierda radical y terrorista. También selló un pacto de sangre entre la población y los soldados de la patria. Los comandos “Chavín de Huántar” firmaron con su sangre la nueva alianza entre el pueblo y sus Fuerzas Armadas. El pueblo peruano no olvida a los artífices de la derrota del terrorismo, a los operarios de la libertad. La izquierda ha sido incapaz de romper la alianza entre el pueblo y las Fuerzas Armadas y se hunde en el descrédito al buscar el colapso de este pacto. Con todo, no cejará en este empeño, un extremo que debe ser aprovechado por los que no comparten su pensamiento.

Tres. El que defiende al Estado en contra del terrorismo es un héroe nacional. Este principio debe convertirse en un axioma fundamental para el partido que aspira a la hegemonía política. Hoy, mañana y siempre.