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La candente campaña electoral por la Presidencia de la República -a manos de Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski- demanda mucha tinta en estos días previos al balotaje, pero también habría que acentuar el reclamo al presidente Ollanta Humala por el país tomado por la delincuencia común y el crimen organizado que nos está dejando.

Cómo es posible que se haya cedido tanto espacio frente al hampa y ahora tengamos atracos cinematográficos a plena luz del día, en el corazón de Lima -como es el Barrio Chino- y a unas cuantas cuadras del Congreso de la República? ¿Se puede ser tan inerme y fallarle en esa dimensión a una población que cifró sus esperanzas de seguridad en él?

Lo real -y las cifras de criminalidad lo refrendan- es que el gobierno nacionalista jamás tuvo una estrategia contra esta lacra que tiene en jaque al país de polo a polo. Los ministros del Interior se han sucedido con más pena que gloria y hoy José Luis Pérez Guadalupe, el actual, sintoniza con la parsimonia y la falta de liderazgo que se le imputa al Mandatario.

Se necesita ya mismo prender la alarma para ver si Ollanta despierta antes de irse y, de paso, exigimos a los candidatos Fujimori y Kuczynski que exhiban en los debates venideros una solución real, tangible, viable y efectiva para la inseguridad ciudadana.

Estamos frente al problema A1 en la preocupación de la mayoría de peruanos y es menester que quienes aspiran a dirigir nuestra patria en los próximos cinco años no sigan con discursos retóricos cuando de por medio está la vida y el bienestar general. Creemos que el voto debería definirse a partir de esta condición y explicación.