En ocasiones, las respuestas ambiguas generan más incertidumbre que claridad. Ayer, la presidenta Dina Boluarte se vio envuelta en un episodio que dejó mucho que desear en cuanto a transparencia y firmeza. Frente a las acusaciones del asesor de la exfiscal Patricia Benavides, Jaime Villanueva, sobre presuntas filtraciones de información confidencial, en lugar de ofrecer una respuesta contundente, la mandataria mostró signos de nerviosismo e incomodidad.

Resulta preocupante que en vez de abordar directamente las cuestiones planteadas, Boluarte optara por desviar la atención. “Como gobierno necesitamos que la prensa alguna vez nos felicite por las cosas buenas que hacemos”, dijo, en lugar de enfrentar las inquietudes legítimas de la prensa y la opinión pública. Esta actitud no solo refleja una falta de disposición para la rendición de cuentas, sino que también socava la confianza en la transparencia de su administración.

Lo más desconcertante fue su declaración de que ni “negaba ni afirmaba” las afirmaciones de Villanueva, añadiendo que “lo que se declara, se debe corroborar”. Esta respuesta deja mucho que desear en términos de claridad y responsabilidad.

Luego, al cortar abruptamente la interacción con los periodistas, Boluarte transmitió una sensación de inseguridad y evasión, lo que sin duda aumenta las dudas sobre la relación y el vínculo que mantenía con la exfiscal de la Nación.