Todos salieron a las calles de París para expresar su apego a la paz luego de que en la última semana la Ciudad de la Luz, recinto histórico de la cultura del planeta y acostumbrada a un statu quo de tranquilidad, fuera ensombrecida por atentados que cobraron 17 muertos. Llegaron jefes de Estado de diversas partes del mundo, principalmente de otros lugares de Europa. La seguridad ha sido extrema. Hay razones de peso que lo explican. En la víspera una nueva amenaza llegó para los galos desde la península arábiga donde han expresado que Francia “no tendrá seguridad mientras combatan a Alá, a su mensajero y a sus creyentes”, en clara alusión al semanario Charlie Hebdo que ha reiterado que seguirán editando la publicación satírica. A este contexto sumemos que acaban de suceder nuevos atentados cerca de la región advirtiendo la persistencia de un estado de sicosis mayor. En Líbano dos suicidas al momento de inmolarse haciendo estallar bombas dejaron 7 muertos. En Siria, fueron dos coches bombas los que produjeron 14 víctimas mortales y en Nigeria los terroristas se valieron de una niña bomba de apenas 10 años de edad para provocar la muerte de 19 personas. Nadie está tranquilo. La reunión que sostendrán próximamente en la Casa Blanca, Barack Obama y David Cameron, primer ministro británico, seguramente abordará prioritariamente el terrorismo en todas sus manifestaciones. La consecuencia de la marcha contra el terror debe separar la paja del trigo pues no es lo mismo el Islam, la religión fundada por Mahoma, el mayor profeta de Alá, que el extremismo islámico, que la deforma. Cuidado con la reacción contra el terror de la ultraderecha europea que podría promover más terror. Hay que evitar la islamofobia en un Viejo Continente que en los últimos años se ha tornado bastante islamizado.