En los últimos días los limpiaparabrisas de las esquinas están bajo el catalejo de todos y algunos alcaldes, denotando que no traían un plan de gobierno municipal establecido, han tomado el tema como su caballito de batalla coyuntural. Ganar pantalla cuando ya se ha producido el problema es lo más fácil; mejor dicho, no resulta la mejor política, sobre todo en un país mayoritariamente informal y desordenado que necesita previsión y prevención. 

Como bien sabemos, esta ocupación callejera no es nueva, siempre estuvo a la vista de propios y extraños, sin embargo, nadie se preocupó en regularla o reglamentarla hasta el 5 de abril, día del asesinato de un conductor que se negó a que un iracundo le brindara el servicio. Por las vías de todo el país corren diversas actividades laborales, además de la mendicidad con niños expuestos, y se requiere una visión macro para un enfoque de solución integral. Si no solo nos quedaremos en el figuretismo ocasional.

Por ejemplo, continúan los asaltos, atracos y crímenes a manos de sujetos a bordo de una motocicleta lineal, y no hay legislación al respecto. El exalcalde de Miraflores, Luis Molina, fue quien más se preocupó por bajar de la moto a los delincuentes, pero no terminó por hallar respuesta en un Congreso de la República que siempre anda preocupado en sus propios intereses antes que en las urgencias de una población que vive a salto de mata.

La conclusión es que hay que limpiarle los parabrisas y los anteojos a las autoridades para que visualicen con claridad los reales problemas de la gente y vayan hacia ellos con planificación. “Trabaja en impedir delitos para no necesitar castigos”, sentenció Confucio. Amén.




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