El Congreso y algunos sectores sociales aplauden el retorno a la bicameralidad olvidando que este modelo ya había fracaso en nuestro país. Entre 1980 y 1992, el Perú no era un paraíso y vivimos una aguda crisis política, social y económica en donde la existencia de dos cámaras no sirvió para contener medidas tan nefastas como la estatización de la banca. Los promotores de la bicameralidad no parecen recordar que el Senado y la Cámara de Diputados se convirtieron en agencias de empleos, se olvidan de que había escritorios y asistentes hasta en los pasillos y en cada esquina. Su memoria es frágil, pero hay que recordar que uno de los éxitos de la Constitución de 1993 es justamente el sistema unicameral.

Parece que muchos políticos no caminan y entienden que la población se identifica con el sistema unicameral. Buenos juristas y académicos dicen que “con el Senado sería mejor” pero los peruanos prefieren una sola cámara ¿Quiénes somos para imponerle a la mayoría los deseos de una minoría? Y me baso en todas las encuestas hasta hoy, en el referéndum de 1993 y en diálogo directo con la gente.

Lo único que garantiza el retorno de la bicameralidad es el aumento del gasto público y la burocracia. Los nuevos 190 representantes tendrán oficina propia, semana de representación, bonos, asesores, empleados, viáticos y pasajes pagados por todos los peruanos. Sin contar que la falta de vallas y requisitos permite que tengamos representantes sin ningún tipo de conocimiento ni liderazgo. Este Congreso tropezó con la misma piedra y nos tocará a todos los peruanos de bien recuperar el camino correcto.