El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ya no sabe qué hacer frente a la agudización de la crisis política y económica que enfrenta el país debido a su nefasto régimen. Ha creído una “excelente” ocasión valerse de la coyuntura del reciente canje entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, que materializó los gestos de ambos países para reanudar relaciones bilaterales que por más de 50 años estuvieron congeladas, para lanzar la propuesta de canjear al líder opositor venezolano Leopoldo López por la entrega a Caracas del puertorriqueño Óscar López Rivera, que lleva preso en los Estados Unidos hace ya más de 30 años, por haber pretendido acabar con la calidad de estado asociado que mantiene la isla en su relación de dependencia con Washington desde hace más de un siglo. Definitivamente, Maduro no sopesa las cosas que dice. No se ha dado cuenta que al pretender el absurdo canje, está confirmando la calidad de preso político que tiene L. López, algo a lo que el propio presidente se ha negado persistentemente. Maduro está desnudando, sin darse cuenta, que la justicia la hace con sus propias manos según sus antojos, caprichos o conveniencias. Cree que todavía puede pervivir el imperio de los designios personales. Lo anterior confirma que en Venezuela no existe justicia ni separación de poderes. No olvidemos que recientemente casi una decena de magistrados supremos en Venezuela han sido designados por el sistema político totalmente controlado por Maduro. Esa es la realidad. Creo que Maduro es consciente de que su gobierno puede caer en cualquier momento. Sus amigos lo pueden abandonar. El clima al interior de Venezuela es de hartazgo. Mientras tanto, Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, es indesmayable en pedir en cuanto foro nacional o internacional pueda, la libertad para su esposo.