En las últimas horas el INPE publicó un comunicado en que anunciaba que Antauro Humala quedará en libertad al haber dado cumplimiento de condena por redención de la pena por trabajo y educación luego de haber purgado casi 18 años de carcelería. Esto lo ha formalizado el INPE mediante Resolución Directoral 104-2022-INPE/ORL-EPM-ANCON II, en cumplimiento de la Ley 28760, y ha sido ratificado por el propio Ministro de Justicia.

Por tanto, la escena política peruana ha de ir acostumbrándose a esta nueva presencia, que para muchos va a resultar perturbadora. La liberación de Antauro significaría que ese Perú que asomó tímidamente con el FREPAP en 2020 y con relativa fuerza con Castillo en 2021,y que de alguna manera había sido contenido por el fujimorismo, se volcará al liderazgo del ex militar. Ante el fracaso del proyecto castillista y la desorganización e imposibilidad de la derecha de ponerse de acuerdo en agendas minimalistas, Antauro puede capitalizar ese descontento popular profundamente arraigado especialmente en los espacios rurales y en los anillos periféricos de las principales ciudades.

Esto, sin embargo, no le alcanzaría. Deberá aprender de la experiencia fallida de Castillo y entender que, para consolidar un gobierno que impulse cambios duraderos, deberá plantearse liderar no solo a sectores populares sino también a una buena parte de las clases medias urbanas. Y ese puede ser su Talón de Aquiles si pretende reproducir su versión original. No sabemos qué versión saldrá de prisión.

Finalmente, su inminente regreso a la política obligará a la centroderecha y a la derecha a reorganizarse. Pueden seguir jugando todo lo que quieran poniéndose zancadillas entre ellos. Y entretenerse así hasta la siguiente elección. O se ponen a trabajar, sobre liderazgos ya consolidados, un proyecto creíble y viable que incluya a muchos más en el tren del desarrollo . No hay tiempo para más outsiders. Si no lo entienden, abren paso a la versión más recalcitrante de Antauro.

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