Sabemos que lo que sucede durante nuestros primeros 5 años de vida (incluyendo el periodo de gestación) sienta las bases para toda nuestra vida. Durante estos primeros años, lo que sucede en nuestro cerebro es realmente sorprendente y vale la pena conocer. Por ejemplo, entre los 0 y 36 meses se generan 700 conexiones neuronales por segundo y desarrollamos nuestras capacidades motrices, de comunicación y emocionales. Desde los 5 años, la cantidad de conexiones baja considerablemente. A la vez, es una etapa de enorme vulnerabilidad, ya que el desarrollo de estas conexiones está directamente relacionado con la calidad de las experiencias de los niños (MIDIS, 2016).

Cuando los niños no reciben lo que necesitan durante estos 5 años, los efectos son notorios en todos los aspectos de su vida, tendiendo a tener una peor salud (más enfermedades crónicas), peor salud mental y retrasos en los aprendizajes, que a su vez impactarán en su capacidad de hacerse cargo de sí mismo y de aportar a la sociedad. Además, invertir en desarrollo infantil temprano es una decisión económicamente inteligente, ya que cada dólar rinde entre 4 y 9 de retorno (MIDIS 2016), y son compromisos compartidos entre diferentes organismos del Estado.

Para lograr estos objetivos necesitamos trabajar con las familias, ya que se tratan de mejorar prácticas de crianza. Se trata de una labor pedagógica, tenemos que enseñar estas prácticas a nuestras familias. Tomando esto en consideración, los programas de Educación Inicial del MINEDU vía Aprendo en Casa apoyan el desarrollo infantil temprano, al llevar cada día a los hogares las prácticas pedagógicas necesarias para asegurar la calidad del vínculo entre niños y adultos, así como los cuidados necesarios. Por ello es tan importante que la estrategia continúe de forma permanente. Lejos de ser un año perdido como algunos temen, tenemos el potencial de ganar muchísimo en este año tan diferente.

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