Ramiro Prialé acuñó, allá por la década de los 50 del pasado siglo, una frase que hizo fortuna y que hoy todo el mundo repite para justificar cualquier diálogo político: “Conversar no es pactar”. Hoy, setenta años después, habría que imponer una frase parecida: “Conversar no es actuar”.

De la señora presidenta la mayoría de los ciudadanos que nos vemos inmersos en el caos producido por una minoría de minorías, organizada para derrocarla y entronizar un gobierno de izquierda radical, solo esperamos que se defienda y defienda al Perú de este proyecto totalitario.

Pero la señora prefiere servir té y pastitas en Palacio de Gobierno y charlar con líderes políticos para buscar una solución “consensuada” a la crisis, en vez de ordenar como jefe suprema de las FFAA y Policía Nacional, la defensa cerrada y urgente del orden y la ley.

Nadie le pide otra cosa que actuar de acuerdo con ese documento sagrado que establece sus responsabilidades y funciones, que es la Constitución Política de la República, que garantiza la convivencia civilizada.

Esos “manifestantes” que le gritan “Dina asesina” y que siguen “exigiendo” en las calles, de acuerdo con el guion del neosenderismo, que se convoque a elecciones para una asamblea constituyente, sin respeto alguno por elementales procedimientos constitucionales, dan por muerta, difunta, desaparecida e inexistente ya a la Constitución de 1993. Y para ellos, al no haber ley que nos rija, aplican provisionalmente la mejor que conocen, la ley de la selva. Ergo pueden hacer lo que les venga en gana: tomar aeropuertos, bloquear carreteras, incendiar, destruir propiedad pública y privada, atacar ambulancias, a las fuerzas del orden, incendiar vivo a un policía, dejar que mueran niños, y un largo etcétera.

¿Es así o no es así, señora Dina Boluarte? ¿O acaso exagero o “terruqueo”? Deje usted la conversación y el té para cuando regresemos a la normalidad.

¡Conversar no es actuar!

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