En estos tiempos de turbulencia, la comunicación es una herramienta básica de gestión. Francisco Sagasti, por ejemplo, arrancó ilusionándonos con un discurso político bien zurcido, redactado con el punto fantasía del crochet conciliador y, de remate, adosado a la brillante madeja literaria de César Vallejo, con “Considerando en frío, imparcialmente”, sin embargo, algo ha pasado con el mandatario que reemplazó al que tejió su propia banda presidencial para cinco días.

En la conferencia del último miércoles, cuando todo el país aguardaba pegado al televisor las medidas del Ejecutivo para quitarle viada al rebrote de la Covid-19 y las cepas del demonio, el jefe del Estado “moradito” se dio una buena vuelta por la tangente, resolvió el Teorema de Tales de Mileto y, entonces, en ese enervante ínterin, la audiencia evocó el pragmatismo y la intensidad del vacado “Martincito”, desazón que plasmó en la tendencia #extrañoaVizcarra.

Como en los tiempos de Alejandro Toledo, cuando el premier Carlos Ferrero cumplía el papel extra de “traductor” de las veleidades del “Cholo”, esta vez quien tuvo que enganchar el hilo del feedback con la claridad y el mensaje bien masticado con la demanda de información utilitaria sobre la pandemia, fue el ministro de Educación, Ricardo Cuenca.

Si de César Vallejo se trata -Sagasti debe saberlo bien-, ya había descrito esta situación de desesperación a ultranza en ‘La Cena Miserable’: “Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde yo nunca dije que me trajeran…”. Para su libro, señor Presidente: como dijo el dermatólogo, vamos al grano. Dorar la píldora a veces es una noticia desagradable.