La mejor forma de continuar destruyendo la educación peruana es consolidar el sesgo ideológico que la domina desde hace décadas. Para nadie es un secreto que la educación de calidad solo puede construirse en un ambiente particular, el escenario de la libertad. Sin libertad la educación no es posible. Sin libertad se impone, también en el ámbito educativo, la peligrosa tiranía del pensamiento único. Controlar la educación con objetivos ideológicos se ha transformado en una gran amenaza tan real como invasiva. No estamos lejos de los mundos distópicos de Orwell y Huxley. La educación ideologizada no es educación, es Matrix en su versión más vulgar y nociva.

El bajo rendimiento de la educación peruana está ligado a esta dimensión ideológica. Cuando se enseña ideología en vez de ciencia, cuando se tergiversa la historia y se presenta una “narrativa” o se pretende, contra viento y marea, uniformizar el sistema educativo ignorando la realidad y los desafíos particulares de los stakeholders, la educación entra en declive, retorna el elitismo, se asienta la endogamia y se instaura el régimen de lo políticamente correcto. Esto, inmediatamente, genera una corte de “mandarines” que proscribe todo lo que no se adecué a su estructura mental. En un entorno así, la colectivización de la educación, tan negativa a lo largo de la historia, se presenta disfrazada de “modernización” como lo han sido todos los intentos ideologizados de control y sometimiento de la libertad.

Estamos ante un panorama complicado, por no decir sombrío. Erradicada la libertad del ámbito educativo, la comunidad política vivirá bajo el corsé de un pensamiento único. De allí a la tiranía solo existe una delgada línea roja muy fácil de violentar.