Es así como Adán Felipe Mejía Herrera, más conocido como “El Corregidor”, llamaba a las celebraciones de Fiestas Patrias a inicios del siglo XX.Desde épocas inmemoriales, el peruano ha celebrado casi todo acontecimiento importante en su vida. Estamos acostumbrados a celebrar la vida desde que llegamos hasta que nos despedimos de ella, y todas las manifestaciones, ya sean de alegría o dolor, han estado acompañadas del acto de compartir el alimento. Para nosotros, la comida siempre ha sido nuestro punto de partida y de llegada. No es un hecho reciente ni una moda, es inherente a la cultura del hombre peruano.

FIESTA NACIONAL. Desde el momento de su proclamación, las Fiestas Patrias pasaron a ser las fechas en las que todos los peruanos salíamos a las calles, nos reuníamos y celebrábamos con música, desfiles, juegos y, sobre todo, mucha comida. Si bien no existió un plato representativo de Fiestas Patrias, como sí lo tiene por ejemplo México con sus chiles en nogada (plato que lleva los colores de la bandera del país), en Perú se celebraba con comida abundante en las calles: anticuchos, arroz con pollo, rachi, chinchulín, ají de gallina, chicha morada, pisco y chicha de jora (que por esas épocas era muy común en Lima). Todo en algarabía con juegos de tómbolas, caballitos de madera y bandas de música criolla y andina. Todo eso sucedía en las plazas de los pueblos y, por supuesto, en nuestra actual Plaza de Armas de Lima había una verdadera fiesta nacional.

LA EMPANADA PERUANA. Entre todo lo que se comía en Fiestas Patrias, hubo algo que solo se preparaba para la ocasión: la empanada de 28 de julio. Manuel Atanasio Fuentes cuenta que esta no era una empanada salada ni rellena, sino era una gran masa de sabor dulce, con toques de anís, que se moldeaba en grandes placas para luego ser horneada en las panaderías de italianos mestizos y españoles.Era tan pesada que tenía que ser cargada por dos hombres grandes para luego ser llevada a las familias que la encargaban. Ya en casa, la empanada era compartida en pequeños trozos con todos los visitantes. Esa era la gran empanada de 28 de julio, imponente y generosa con todos los que vivían la fiesta del Perú.

NOSTALGIA DEL AYER. Hoy, los tiempos han cambiado: se militarizó y politizó las fiestas, la gente busca salir de las ciudades, y el real sentido que siempre fue el de integración y fiesta ya casi se ha perdido. Quizá sea esa la razón del éxito que tiene la feria Mistura, ya que reemplaza, de alguna manera, el espacio y el momento que en épocas pasadas nos reunió. Luego de repasar cómo fueron nuestras fiestas en el pasado, nos queda claro que la cocina siempre fue el centro y eje de nuestras celebraciones y el motivo de reunión. Si bien actualmente estamos logrando la recuperación de un legado gastronómico, aún tenemos la tarea de ubicar y recuperar muchas preparaciones en los espacios y momentos a los que estuvieron relacionadas. ¡Viva el Perú!