Cumples quince años y a ninguno nos sorprende que mantengas la decisión que tomaste hace tanto tiempo: quieres ir a la gruta azul. Y es que tú eres así, brillante, excepcional, alegre en los sueños, especial en tus aventuras. Partimos a Sorrento y después de meditar sobre las ruinas de Pompeya, ya de noche, descubres que te encantan las luces de la bahía, los faros perdidos que titilan a lo lejos en la costa del Tirreno. La historia de Parténope te cautiva y piensas en esos océanos interminables que debes conquistar.

Salimos a caminar por los paseos marítimos y de pronto nos sorprende una melodía desconocida para ti: “Moon river” cantada por Sinatra. Te propongo que bailemos como cuando eras niña, te ríes y no nos importa que nos mire la gente, porque somos un par de locos y nos queremos hasta el infinito y más allá. Bailas tímidamente, aciertas con cada paso y me miras con esos ojos brillantes llenos de estrellas que me recuerdan que la ensoñación existe, que todo es posible y que el amor más puro y sincero es el que yo siento por ti.

Ya de día navegamos hacia la gruta azul y se me ocurre, mientras te contemplo pensativa y radiante, que tu corazón es como esa gruta, una claridad infinita, un relámpago de luz en medio del océano, el misterio insondable de un alma que tiene todo por entregar. Sí, en el recinto cerrado del amor más cristalino, Dios deposita su confianza, ÉL hace una invitación y te deja en libertad. Entonces  comprendo que existe un plan, que todo tiene sentido, y que nací para ser tu papá, para acompañarte siempre, para estar a tu lado contra viento y marea, en ese mar sin orillas que pronto recorrerás. Feliz cumpleaños, princesa. Te ama, tu papá.