Perdonar a conciencia es un acto de responsabilidad emocional y de amor para con nosotros mismos.  Cuando lo ejercemos de forma auténtica nos sentimos liberados y podemos enfocar nuestras energías en proyectos más productivos que rumiar en el pasado. Dejamos de alimentar la herida y comenzamos a sanar.

Pero el perdón es un proceso complejo y también implica un aprendizaje progresivo.  No implica necesariamente olvido, menos aún no reconocer el daño. Sin embargo, para perdonar y no tropezar con la misma piedra (o con el mismo tipo de piedra), sí debemos asumir qué aspectos nuestros propiciaron la situación problemática. 

No podemos controlar ni cambiar el comportamiento de los demás, pero sí podemos y debemos hacernos cargo de nuestros propios pensamientos y comportamientos.  Cuando lo hacemos con honestidad intra-personal, aprendemos la lección que nos tocaba y podemos seguir adelante con nuestras vidas, liberándonos del círculo vicioso donde repetimos situaciones similares una y otra vez ¿les suena conocido?

Para guiar a los niños en el camino de la responsabilidad emocional y del perdón es importante modelar el comportamiento. Es decir, tenemos que perdonar y tener capacidad de autocrítica para poder transmitir esta forma de ver la vida a los demás. Un estudio sobre el perdón en las familias del 2008, descubrió que cuando los padres que perdonan más a sus hijos, estos también perdonan a sus padres (). 

No quiere decir que no podamos corregir o poner límites. El perdón tiene que ver con no mantener esa lista interior de “errores” que cometió el otro (o nosotros mismos), para enrostrárselo cada vez que el ánimo se caldee. Tiene que ver con creer que estamos en un camino de aprendizaje y que nuestra forma de ser y de actuar no está tallada en piedra: que podemos cambiar y mejorar.