Todos los candidatos están pendientes de las encuestas, no obstante, cuando a “los de abajo” les preguntan por estas mediciones de simpatía popular -unas más creíbles que otras, por cierto- la respuesta es un copy page: “son solo una fotografía del momento”. Y luego viene el alegato de que la gente recién está conociendo sus planes de Gobierno y la promesa del gran golpe el día de las elecciones.

Esto me recuerda la ufanada que un día se mandó el gran Pelé: “Tal vez diga una blasfemia, pero con una lógica. ¿Saben que en cualquier encuesta soy más conocido que Jesucristo? A mí me da risa, soy católico y sé lo que significa Jesús con sus valores”. Quizá ahí se marca la diferencia con Diego Armando Maradona: él no esperaba sondeos de opinión para declararse D10S.

Volviendo a los postulantes presidenciales, hay una vergüenza electoral que también se ha perdido. Como primer punto, la cabeza de lista es Lescano, con 11.3%; seguido de Verónika, con 8.9%, según el IEP. En otros tiempos, estos puntajes correspondían al baile de los que sobran. Ahorita, así, nadie puede cantar victoria porque en la puerta del horno se le puede quemar el pan, y de esto sabe mucho Keiko Fujimori.

Luego, para mayor desvergüenza de los aspirantes a Palacio, tenemos que un 31%, repartido entre los que no votarían por nadie (17.6%), no saben a quién elegir (10.3%), sufragarían en blanco o viciado (2.5%) y no acudirían a los comicios (0.2%), comanda las preferencias para el 11 de abril. Una animadversión a la parrilla sobre el asador que me lleva a la siguiente teoría: candidatear es un gran negocio, por los aportes y porque, si logran mantener la inscripción, aseguran el aporte del Estado al partido.