El poder de las historias para modelar comportamientos y enseñar ha sido ampliamente comprobado a lo largo de diferentes civilizaciones. Las historias siempre nos han enganchado, porque somos las narraciones que nos contamos a nosotros mismos y las que escuchamos. Estamos hechos de historias. Podemos hacer una distinción entre las historias que son puro arte y las historias que son comerciales/populares. El análisis de cómo se distinguen no viene al caso en esta columna. Personalmente, ambas me parecen valiosas y necesarias. En los años 70s, artistas como Miguel Sabido, de la mano de psicólogos renombrados como Alfred Bandura, investigaron la posibilidad de promover comportamientos pro sociales a partir de las historias más vistas de Latinoamérica: las telenovelas. Desde la psicología, Bandura había estudiado cómo nos vemos influenciados por los demás, ¿seremos igual de influenciables por los personajes de nuestras novelas favoritas? Pues resulta que sí. Pero para que funcione, el personaje tiene que lograr una empatía real con la audiencia, y para esto, necesitamos conocer a nuestro público profundamente. Curiosamente, fue una telenovela peruana (Simplemente María) la que validó la intuición de Miguel Sabido. Gracias a esta novela, la venta de máquinas de coser se disparó de forma sorprendente. En México, Sabido creó la serie llamada “Ven Conmigo”, centrada en un hombre mayor que estudiaba cómo leer en un programa de alfabetización, impulsando enormemente el programa de alfabetización de dicho país. Recientemente, en el Perú, hemos tenido éxito con una serie web para adolescentes, enfocada en reducir la deserción escolar (). Desde el Estado y sociedad civil tenemos una gran oportunidad para crear buenas historias en diferentes formatos que promuevan comportamientos pro-sociales. Hoy en día, tenemos una variedad de formatos que podemos usar: podcasts, novelas web, Tik Toks, Instagram. Lo importante es conectar con nuestra audiencia. Recordemos que, si nuestro mensaje no llega, no sirve.

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