La historia, la vida entera de María Faustina Kowalska es simplemente extraordinaria. Una humilde monja polaca mantuvo durante años una intensa vida mística recibiendo del propio Cristo la misión de promover en el mundo la devoción a su Divina Misericordia. La lectura de su “Diario”, accesible en la red, es impresionante. Por la forma y por el mensaje que transmite, el “Diario” de Santa Faustina contiene un tesoro inacabable de gracias, un abismo insondable de misericordia, perdón y caridad. Dios escoge a los humildes, a los que todos desprecian, para darnos las más grandes y elevadas enseñanzas.

¿Qué sentido tiene predicar la misericordia en un mundo golpeado por el odio y azotado por el miedo a la pandemia? La misericordia irradia toda la enseñanza cristiana. Pienso, por ejemplo, en el himno a la caridad que describe las señales del Amor con mayúsculas: “la caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia quedará anulada”. En esencia, el cristianismo es misericordioso, es caridad en acción.

Pienso en el Perú, sumido en un debate estéril de rencores y mentiras. Pienso en los peruanos, abandonados y atribulados, confundidos por las voces de siempre que predican revanchas y predicen la más oscura de las noches. Confío en las promesas inmutables de Cristo y pido que en el Perú triunfe la misericordia sobre la justicia.

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