La configuración de esta semana del cuarto gabinete de ministros del Presidente Pedro Castillo fue otra oportunidad de compulsa de fuerzas en los bloques en el poder. Con una centroderecha que ya dejó claro que no va a colaborar con el gobierno, a lo que se suma la nula intención de Castillo por ampliar con esos cuadros su gabinete, esa lucha solo queda librada a estas dos izquierdas.

El poder que estos dos bandos se están disputando, estiman que pasa por la captura política de Castillo. Los caviares entraron al gobierno con Fujimori, se asentaron con Toledo, se sostuvieron con García, para luego, en la década de los años diez, abroquelarse totalmente en el poder bajo Humala, Kuczynski, Vizcarra y Sagasti. Los radicales de Perú Libre, que entraron con Castillo, los han ido extirpando del poder en el último medio año. Pero esa izquierda caviar se dio maña para ganar algunas carteras ministeriales, como las estratégicas de Economía, Justicia y Relaciones Exteriores, llegando a echarse abajo al propio jefe de Gabinete original para reemplazarlo por una de sus militantes.

De hecho, esa “izquierda caviar”, conformada por una pléyade de políticos socialistas acomodados, y una tecnocracia de tinte progresista, necesita al aparato estatal y sus arcas, para garantizar su propia supervivencia. Pero esta última recomposición los ha dejado muy fuera de la foto. Y si a todo esto, se le suma el hecho de que el propio Gobierno ha dado pie para la crítica, la izquierda caviar ha enfilado con todo también contra Pedro Castillo, empezando por su exjefa del Gabinete y por su exministro de Economía y Finanzas, y terminando por sus voceros mediáticos de alto perfil, que se desvivieron, por ejemplo, por blindar a Susana Villarán pero que Pedro Castillo “les huele mal”.

Nuestras izquierdas están en una especie de guerra civil soterrada, lo que añade inestabilidad a la gobernabilidad de la administración Castillo. No es solo la centroderecha. Escenario complicado.