John F. Kennedy dijo en su discurso de investidura, allá por el año 1961: “no pregunten qué puede su país hacer por ustedes; pregunten qué pueden hacer ustedes por su país”. Ha llegado el momento de hacer patria. La cuestión planteada por Kennedy es relevante ante la crisis que padecemos. Relevante porque el país, más bien la clase política, no está en condiciones de hacer mucho. Para regenerar el Perú necesitamos que la población haga casi todo, empezando por una buena decisión electoral. O decides bien el seis de junio o el país colapsa y tú con él.

Estas elecciones no se parecen a nada de lo anterior. Hace unos años se tuvo que elegir entre modelos económicos, propuestas ideológicas, liderazgos carismáticos, símbolos y consignas. Ahora no. Ahora se trata de una elección entre la vida y la muerte. Si fallamos, miles seguirán muriendo. Si la elección es el reflejo del hartazgo, el Estado continuará paralizado. Cada voto nos acerca a la vida o nos entrega a la muerte. Estamos ante un Bicentenario de supervivencia extrema. O vida o muerte, esa es la elección.

Nada hay más perjudicial para el Estado que la división radical que aspira a enfrentarnos en una lucha de clases. La lucha de clases tiene un objetivo: exacerbar las contradicciones. Las contradicciones son exacerbadas como un paso previo para la dictadura del proletariado, mediante la captura del Estado. Es decir, el odio, para el marxismo, es un instrumento político, una técnica para la conquista del poder. A la hora de la verdad esto solo ha causado pobreza, destrucción, exilio y años, décadas de atraso. Así no se construye un país. Así se destruye la democracia.