Ayer, tres de los pesos pesados de la banda que tomó el Estado en julio del 2021 con Pedro Castillo a la cabeza, ha sido puesta por el Congreso a disposición del Ministerio Público, su gran acusador. Aparte del profesor, han empapelado a las tremendas “joyas” Geiner Alvarado, quien según la Fiscalía de la Nación delinquía desde el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento; y a Juan Silva, el prófugo que fungió de ministro de Transportes y Comunicaciones.

De los tres, Castillo está encerrado en el penal Barbadillo por golpista –y más tarde también seguramente lo estará por corrupto–, mientras que se supone que Alvarado tiene los arraigos necesarios como para que no se escape. El que anda prófugo y nadie da razón de su paradero es Silva. Lo último que se supo a través de un programa dominical es que la dictadura venezolana lo había asilado pese a sus antecedentes, y que incluso lo mantenía con dinero para sus gastos.

Sobre este último sujeto, sería bueno que el Ministerio de Relaciones Exteriores informe a los peruanos si es verdad que Silva está bajo protección de Venezuela, un país con el que pese a la tiranía de Nicolás Maduro, mantenemos relaciones diplomáticas plenas a nivel de embajadores. ¿Un Estado supuestamente amigo alberga en su territorio a quien tiene vigente acá una orden de arresto por actos de corrupción? Sería muy grave.

Ahora que Castillo y sus exministros serán llevados ante la justicia para que respondan por delitos de corrupción, habrá que ver qué dice su mayor escudero internacional, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien en el mundo paralelo en que vive sueña con ver nuevamente en Palacio de Gobierno a Castillo al considerar como “espurio” al régimen de Dina Boluarte que, guste o no, tiene impecable amparo constitucional. Pobre señor.

Las denuncias constitucionales contras Castillo y compañía han cumplido con todos los procedimientos y plazos dentro de un Congreso que por muchos meses blindó al hoy presidiario y a su gobierno plagado de ineptitud y delito, así que no queda mucho margen para la queja y el reclamo incluso de quienes se llenan la boca pontificando en contra de la corrupción y se muestran como los moralizadores del Perú. No olvidemos jamás quiénes son estos personajes.

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