Es tiempo que el Ministerio de Relaciones Exteriores se deje de tanta “diplomacia” –en el mal sentido del término– y ponga en su sitio a ese exguerrillero que para desgracias del pueblo de Colombia se ha convertido en presidente de su país, Gustavo Petro, quien ha insultado a la Policía Nacional del Perú (PNP) al afirman que “marchan como nazis” por el hecho de salir a las calles de forma disuasiva a poner orden ante manifestantes violentos.

A este impresentable que en algún momento de su vida usó las armas fuera de la ley para enfrentarse al Estado desde una banda terrorista como lo fue el M-19, prima hermano del sanguinario MRTA, no le ha gustado que ante el anuncio de una movilización en el Centro de Lima, la PNP movilice y haga marchar a miles de sus efectivos para mantener controlada a la gente que en oportunidades anteriores ha llegado con palos y piedras para atacar a la autoridad.

No es la primera vez que Petro se inmiscuye en asuntos internos del Perú. Lo ha hecho en repetidas oportunidades, especialmente para defender al golpista Pedro Castillo, quien además es investigado por corrupción. En lugar de ponerse del lado de la Constitución y la legalidad en nuestro país, el mandatario de un país siempre hermano como Colombia ha optado por dejarse llevar por su ideología caduca para respaldar a un delincuente.

Lástima que los colombianos hayan cometido el histórico error de elegir como su presidente a este sujeto que ya fue a tomarse fotos abrazado de Nicolás Maduro y que parece decidido a formar parte de esa cofradía nefasta de gobernantes unidos por el “socialismo del siglo XXI”. Ojalá que algún día logren sacar a este sujeto del cargo, de acuerdo a sus leyes. Recuerden que estos comunistas hablan mucho de “derechos humanos”, pero no dudan en violarlos para no soltar el poder.

Por su parte, la Cancillería peruana ya debe actuar con mayor energía ante este personaje que como sus homólogos de México, Chile y Honduras ha decidido apoyar a un golpista y pelearse con un país que atraviesa una crisis política, pero que trata de salir de ella de acuerdo al orden constitucional. Los mandatarios de estos países son una gran vergüenza para la democracia en la región. Desde este pequeño espacio, mi solidaridad con sus ciudadanos.

No es la primera vez que Petro se inmiscuye en asuntos internos del Perú.


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