En el Perú, con sus idas y venidas, la reforma curricular en los últimos 20 años se ha convertido en una política de Estado que debemos valorar. El currículo nacional para la educación básica tiene el mérito de haber dejado de lado los contenidos disciplinarios y memorísticos de antaño. Se sustenta en una organización por competencias, áreas curriculares integradas , y en una evaluación cualitativa y formativa.

Una competencia de aprendizaje es un desempeño educativo que combina sinérgicamente capacidades, conocimientos, así como valores y actitudes “Es el conocimiento en acción con valores”. Las áreas curriculares consideran aprendizajes que permitan a los escolares tener una visión articulada de los saberes como se dan en la realidad y en un mundo diverso y globalizado .Por supuesto, teniendo en cuenta la evolución de la persona, y el contexto de los territorios donde viven. La evaluación formativa tuvo su génesis a fines del siglo pasado y se aplica desde el 2005 en inicial y primaria, y desde el 2016 en secundaria. Permite conocer los logros destacados(AD), logros esperados(A) progresos(B) y dificultades de aprendizaje (C). Es un proceso donde el resultado final en el año escolar es determinante para aprobar.

Sin embargo, se deben hacer algunos ajustes, por ejemplo, incluir valores en las competencias, aumentar los conocimientos en los desempeños educativos de secundaria, incluir aprendizajes sobre terrorismo de cuarto de primaria a quinto de secundaria, así como fortalecer la tutoría restituyendo la dirección nacional correspondiente. Es importante que se revisen y mejoren los requisitos de promoción de grado. Deben ser por competencias, áreas y grados.

Es propicia la ocasión para expresar mi saludo a Miriam Ponce designada viceministra de Gestión Pedagógica, quien tiene experiencia en gestión pública y solvencia técnica y ético moral. Igualmente, a la profesora Karla Acosta nueva directora general de Educación Básica Regular.