El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, dijo ayer que se niega a entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico al Perú porque considera “espurio” al gobierno encabezado por Dina Boluarte Zegarra.

Quisiéramos preguntar qué significa “gobierno espurio” para un presidente que condecoró con la orden del Águila Azteca, la más alta distinción que entrega su país, al dictador Miguel Díaz Canel, quien asumió el poder en Cuba como sucesor de los hermanos Fidel y Raúl Castro.

El doble estándar del presidente mexicano es parte de una campaña de desprestigio emprendida por las izquierdas latinoamericanas para afectar la imagen del Perú ahora que perdieron espacio e influencia en el país tras el fallido autogolpe de estado de Pedro Castillo y más ahora que el Congreso ha aprobado el informe final para acusar, constitucionalmente, al preso en el penal de Barbadillo.

Ahí, como ejemplo, también vemos al presidente colombiano, Gustavo Petro, preocupado por las acciones soberanas del Perú cuando su país le exige mejores resultados. No resulta curioso que presidentes de países con problemas igual o más graves que los nuestros dediquen tanto tiempo a inmiscuirse en la política peruana, quieren usar al Perú como tapadera de su ineptitud

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